Maravilloso miércoles
Esta será una crónica distinta. La de un granate superado por las circunstancias, las cábalas y el orgullo de ser hincha a pesar de todos los contratiempos que la vida nos plantea un miércoles. La historia arranco cuando el día se puso en marcha. Esos quince minutos finales fueron interminables. Ser hincha del Blooming por un partido (ahora será por dos) es todo un desafío. Pero lo acepte y resulto productivo. Zapping furioso mediante (sufrir por Lanús 90’ alcanza y sobra) aguantamos junto a nuestros hermanos bolivianos y nos esperanzamos en la Copa.
Tres de la tarde sonaba la campana, se iniciaba el segundo round. Estar en La Paternal, imposible. Por más estrategia que se plantease, trabajo e hijos formaron una combinación imposible de burlar.
El plan alcanzo para ver el primer tiempo por la tele. Blanquito pegándole al piso en lugar de la pelota y tirando un centro como si fuese un rugbier vislumbraba el rumbo del partido. Salcedo en la de siempre. Nos falta gol.
El momento difícil (para mi) llego en el segundo tiempo. El nene más grande salía del jardín y había que llevarlo a lo de la abuela. El chiquito en medio de la calle quería tomar la mamadera. La pregunta era: ¿Como seguir ligado a Lanús y no morir en el intento? Primera solución: la radio. El problema: encontrar quien transmitiese al grana. Dificilísimo, mas ruido que pegado a la turbina de un avión. Opción dos, encontrar una radio nacional. Meta y meta hablando de Independiente y la previa con Gimnasia. Y a mí que m… me importa el rojo. Además, en la primera que contactaron con La Paternal gritaron el gol de Chaca. Y en la segunda la expulsión de Sebastián. Estamos fritos. De mal en peor.
Llegaron los últimos quince del partido y me metí en el subte para ir al trabajo. Escuchar la radio, bajo tierra, quedo en el recuerdo. ¿Y ahora quien podrá ayudarme? La única llamar a mi viejo que estaba en la cancha. Pero se encendió la alarma. La última vez que hice algo parecido me salió mal. Me toco uno de esos casamientos impostergables, marque el numero y la respuesta salió de ultratumba. Derrota sobre la hora en Liniers.
Le hago una propuesta a la diosa fortuna. No llamo hasta que aparezca el primer tren. Solo me falta apretar la tecla verde y conocer nuestro destino. Pero las vías seguían vacías. La cabeza me da vueltas, no aguanto mas, necesito saber. De repente el milagro. Se ilumina la pantalla del teléfono, me llama mi viejo. “Vamos grana carajo” es lo primero que me dice. Llega el subte. No escucho nada. Pero que paso ¿empatamos?
Otra vez Castillejos, escucho. 2-1 arriba. Increíble. Aunque sea la llamada mas larga de mi vida no pienso cortar hasta que se termine.
La historia no estaba cerrada. Maglio dio tres de descuento y ya iba por los 2.40. De repente, apretado como ganado rumbo al matadero, logro escuchar: “Uy, no… increíble lo que se perdieron… ellos”. No puedo más. La señora que esta sentada delante mío y el resto de las pasajeros no comprenden a un grandote transpirando y sufriendo con un teléfono. Ya van cuatro de descuento, terminalo por favor. “Ganamos”, me grita desde la cancha. Te aseguro que en el subte se enteraron todos.
El partido fue malo. No es mi opinión. Es lo que declaro Zubeldia tras el partido.
Ya llegamos a 20 puntitos y seguimos con esperanzas en la Copa.
El partido se los dejo a ustedes. Cuenten lo que quieran. Para mi ya fue un miércoles maravilloso.
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