Los manuales de entrenamiento europeo podrán hablar loas de las ventajas de la cancha húmeda, del césped rápido, del touch & go. ¿La gracia de semejante show de aguas danzantes? A este Lanús que dio muestras de pretender refundarse, además de servirle para resbalarse y hacer del pase malo, un pase malo, largo y errático, en el segundo tiempo, este goteo artificial, sin dudas, le vino al pelo para metamorfosear el triunfo ante un equipo inflado en una victoria épica, en un festival de pantaloncitos transpirados, y oreados a pura clorofila y barro recién sacado.
La mano venía pesada, a puro interrogante y te de tilo. Pasamos rápidamente de los gozos a las sombras. Un punto de los últimos nueve. Ya era hora de cerrar la canilla, ¿no? Y lo hicimos. Con juego y, principalmente, con huevos. Con temple. Soportamos el tiro libre de Toranzo, las cinco amarillas (Regueiro inclusive, la 5ª) del tan mundialista como Garcé, y los fantasmas de la horrenda puntería. Cuando las piezas se acomodaron, cuando el sentido común se hizo carne, les pudimos devolver las cuatro pepas del Apertura. ¿Claves? Las marcas se duplican y se triplican en la recuperación; el 9, si le acomodan los patitos en la fila, es Díaz; Regueiro es extremo izquierdo; Carranza (sea un minuto o 90’) no puede faltar; es preferible ver a Camoranesi acalambrado por tirarse a los pies en cada pelota que por hacer la banda inútilmente.
Por algo empezamos. Cerramos la canilla. Volvimos a ser oro y barro. Volvimos a ser Lanús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario