Ganó más que el grupo

Otra vez fiesta. otra vez grito. Ilusión, por qué no. Porque la Selección logró mucho sin lograr nada. Nada porque, está claro, volverse después de jugar con México no dejaría feliz ni conforme a ninguno, más allá de cómo se juegue. Mucho porque este equipo es mucho más de lo que era dos semanas atrás, antes del debut con tantos enigmas contra Nigeria.

Ganó tres partidos la Selección y se ganó a un grupo más afianzado. Ganó a un técnico que, por el momento, fue certero en el análisis de los partidos, consciente de los errores por corregir; un DT que no perdió la compostura al declarar, lejos de aquél de las Eliminatorias contra Uruguay. Ganó a un equipo que, casi casi, sale de memoria. Hoy se sabe, en su mayoría, quiénes jugarán contra México. Ganó a un equipo con un sistema definido, un 4-3-Messi suelto y dos delanteros más. Ganó a un equipo que puede sumar con los que entran, como Agüero el jueves o Palermo ahora. Y principalmente se ganó el respeto real a nivel mundial, más allá del nombre que siempre genera algo en el resto. Ganó a un Messi que, gracias, empezó a parecerse al movedizo, dinámico y eléctrico del Barcelona (sólo le falta el gol).

Hoy la Selección, por suerte, llegó a octavos cómodo, en buena ley, enfrentando a rivales clase B pero generando siempre muchas situaciones de gol, demostrando que tiene capacidad de creación. Hoy la Seleción sabe que debe tratar de sentirse más segura atrás, que ahí hay una cuenta pendiente más allá de que sólo ligó un gol.

Paso a paso, el gran lema de Mostaza. Hoy la Selección es muy distinta de aquélla que se clasificó en el Centenario, es mucho más. Y tiene que seguir en ese tren porque, como dijo Maradona, que lo sabe mejor que nadie, a partir de octavos con un solo error te podés volver a casa.

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