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miércoles, 13 de abril de 2011

UN DIA QUE NO SE TERMINA....




En el sur saben levantar paredes...
Publicado el 11 de Abril de 2011 en el Diario Tiempo Argentino. Por VÍCTOR HUGO MORALES.

Habría que empezar a cotizar los jugadores según la calidad de los pases que ofrecen. Para el costado, diez centavos; para atrás, cero; para adelante y con precisión, un millón de dólares. Los pases que dieron Boca y Lanús en el primer tiempo suman algo así como cinco pesos. Mientras que Silvio Romero, que entró en el segundo tiempo, y Eduardo Ledesma, que ya estaba pero también puede decirse que empezó a jugar en el complemento, se pueden quedar con toda la plata de la recaudación. Algo hay que hacer para romper con el soporífero, recurrente y temeroso pase hacia los costados y atrás.

Un zaguero que desde el puesto de Juan Manuel Insaurralde o Matías Caruzzo se anime a cruzar la mitad de la cancha con la pelota y en velocidad, rompiendo la inercia del aburrimiento al que someten a los espectadores, recibe el premio con lingotes de oro. A Paolo Goltz, que hizo la jugada rápida, audaz, ofensiva que deshizo a la defensa de Boca en ocasión del gol de Diego Valeri, las reservas del Banco Central. Lo que sea, lo que quiera, lo que haya, que se lo lleve.
Vale oro, cotiza como el petróleo, la soja o la Metropolitana, todo intento de darle a la gente que ha pagado su entrada o su carnet, un pase hacia adelante. Si llega a ser preciso, es fiesta.

El primer tramo del partido jugado en el sur mostró que el lujo del pase profundo es un albur. Eladia no lo dijo bien. La geografía del partido era un cráter con un lago en el fondo en un diámetro de 40 metros, donde establecieron sus tiendas de campaña ambos equipos. Riquelme y Valeri, los caciques pensantes, se mostraron desinteresados o fueron neutralizados por la falta de espacios. Los ocupas volantes defensivos trabaron, aporrearon, maltrataron el fútbol, y las víctimas, las primeras, fueron ellos.
Cuando promedió la tarde, al empezar el segundo tiempo y las sombras de los jugadores se hacían finitas y largas, entró Romero y empezó a jugar Ledesma. Entonces, el partido se hizo más interesante y Lanús empezó a ganarlo porque del lado de Boca nadie se hacía cargo del renuncio en el que estaban inmersos. Así que, a los 34, salen Ledesma y Goltz, rompiendo el hábito de tocar y ponerse atrás de la pelota para que se la den de nuevo, se fueron turnando en pasar adelante. O sea que Ledesma se la dio a Golt cuando se adelantó y luego lo pasó y Goltz hizo lo mismo y de repente estaban tirándole un centro a Valeri que apostó al error de Celay, se plantó detrás del zaguero y después de un enganche la cruzó con jerarquía. Punto final.

Hubo otro gol para que la justicia se revolcara de placer en la tarde ya derrotada por las sombras de las tribunas. No hacía falta escuchar a los protagonistas. No hubo seguramente nadie de Boca que quisiera justificarse. El equipo como tal fue un horror y la mejor de sus figuras habrá llegado a los cuatro puntos de diez. Los de Schurrer contaron con tres jugadores de siete puntos en un contexto no muy superior al de los xeneizes. Al menos la tarde se salvó con los goles. La concertación rápida del primero, el imponente cabezazo de Hoyos en el segundo con los defensores como turistas que se paran a mirar una estatua en la plaza, dieron un vuelco a la perplejidad de los espectadores. Romero, un incisivo delantero –incisivo es una palabra que ni los dentistas usan hoy– cambió la tarde con un recurso ya inesperado. El tipo toma la pelota y piensa en el arco. Una rareza, por cierto.
Desde su ejemplo que cundió con inesperada rapidez, Lanús construyó una victoria que lo arrima al fogón. En realidad, Lanús, ese mundo que podría ser una utopía si no fuera real, siempre está edificando algo nuevo. La sombra más prominente no fue la de Román o la de Valeri. Sobre el césped brillante, mientras el crepúsculo se anunciaba en tecnicolor, entró a la cancha la figura de la imponente estructura de las nuevas obras. Siempre están haciendo algo los de Lanús. De los albañiles para acá, se la pasan haciendo paredes. Las de la sede o la de Goltz y Ledesma, da igual. Por eso, cuando ganan, siempre dan ganas de darles un abrazo.
http://tiempo.elargentino.com/notas/sur-saben-levantar-paredes



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